Hasta hace 20 años, el cáncer de estómago era el más común en todo el mundo, pero los índices fueron disminuyendo con los años y actualmente es mucho más común en Asia que en Norteamérica o en Europa. Sin embargo, en Perú, es la causa más frecuente de cáncer tanto en hombres como en mujeres.
De acuerdo con los datos del Ministerio de Salud del Perú, la tasa de incidencia del cáncer de estómago indica que, por cada 100 mil habitantes, al menos 18 hombres y 14 mujeres pueden morir por esta enfermedad. La tasa de mortalidad es alta en ambos sexos, esto quiere decir que los diagnósticos no ocurren a tiempo sino en estadios avanzados del cáncer.
El principal factor de riesgo conocido para este tipo de cáncer es la infección por la bacteria Helicobacter pylori; sin embargo, esta infección por sí misma no es causa suficiente para la instalación del cáncer. La dieta, por su parte, es muy importante para el desarrollo de la enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud ha avalado pruebas que aseguran que la ingesta elevada de alimentos salados, conservados en salazón como algunas carnes y encurtidos, así como la ingesta excesiva de sal tiene una incidencia directa en el cáncer gástrico. Por otra parte, también han comprobado que este factor de riesgo disminuye con un alto consumo de frutas y verduras, gracias a su alto contenido de vitamina C.
Así pues, la sal no solo es perniciosa por su relación directa con enfermedades como la hipertensión, sino que su consumo está vinculado con el cáncer de estómago como un factor de riesgo científicamente comprobado. ¿Cuántas pruebas hacen falta para empezar a disminuir significativamente el consumo de sal?
Una de las causas de que el consumo sea tan elevado, sobre todo en los países industrializados, es gracias a las técnicas de conservación de los alimentos, especialmente los procesados, así como la incorporación previa de sal a casi todo lo que compramos en los supermercados
Un análisis minucioso de las etiquetas te permitirá comprobar cuándo las salsas, los enlatados, los encurtidos incluso algunas harinas ya tienen sodio (sal) incorporada. Si a esto le sumamos la sal añadida en el proceso de cocción, tenemos una combinación explosiva para la salud.
Comer bajo en sal es posible si cambiamos los hábitos alimenticios progresivamente, nos hacemos responsables de lo que sumamos al carrito del supermercado y dosificamos la dosis de sal en la preparación de nuestras comidas. ¡Sí se puede! Todos los esfuerzos en prevención pueden ahorrarnos años de dolorosas enfermedades.