Podemos evitar sobrepasar el consumo de azúcares agregados. Los expertos nos explican por qué debemos hacerlo y cómo lograrlo.
Te habrá pasado que empiezas el día resignado a 'pecar', lo haces con las donas (rosquillas) del desayuno o el frappé de la merienda.
Lo cierto es que ambos antojos contienen altos niveles de azúcar agregado, que sumado a una vida sedentaria, te pueden conducir a la temida obesidad. Entonces, valdría la pena interiorizar un hecho científicamente comprobado: se puede vivir sin endulzar.
No es que vayamos a ser 'cero azúcar', porque los seres humanos tenemos necesidades nutricionales, entre ellas, los azúcares naturales.
"Los requerimientos de azucares simples (llámese glucosa, sacarosa, fructosa o galactosa) representan el 10 % del total de las fuentes de carbohidratos que el ser humano necesita, pero necesariamente debería ser a partir de azúcares naturales contenidos en el propio alimento, como en las frutas o las verduras", explica la nutricionista Sara Abu Sabbah.
Los cuidados y restricciones van dirigidos a los azúcares añadidos, incluso si tienen origen natural, como la caña de azúcar, las frutas, la betarraga o la remolacha, porque "se comportan diferente en el cuerpo y si hay un exceso, generan obesidad".
Con sabor amargo
El problema que más preocupa y que en días recientes fue tema de arduo debate en el país, es que detrás de muchos alimentos procesados hay altas cantidades de azúcar que la gente no reconoce por los nombres que coloca el fabricante o porque en el etiquetado no se entiende con claridad las cantidades por porción.
"La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que puedes permitirte en tu dieta una cantidad pequeña de azucares agregados, por ejemplo, la miel que le puedes poner a un té o un poco de azúcar que le puedes poner al café o la leche. Entonces, el consumo puede ser hasta un 10 % del total de las calorías diarias, es decir, 10 cucharaditas", dice Abu Sabbah.
La OMS advierte sobre el dulce añadido por obra del fabricante, de los cocineros o de los propios consumidores. Además, hay que agregar aquellos productos salados con azúcar extra ‘escondido’, como los embutidos, las galletas y algunas salsas.
"Es una mala costumbre el condicionar a los niños a que el dulce es una especie de recompensa en la vida" Elmer Huerta.
Vivir sin azúcar (agregada)
El ser humano tuvo una vida libre de azucares añadidos, en el caso de América eso cambió con las grandes plantaciones. "Antes no había azúcar refinada, la gente sacaba el dulce de las frutas, de la fermentación, de la miel de abeja, de algunas flores. Se puede perfectamente vivir así, pero es una mala costumbre el condicionar a los niños a que el dulce es una especie de recompensa en la vida", señala Elmer Huerta.
Abu Sabbah, por su parte, comenta que el sabor dulce es el primero que identificamos al nacer, con la leche materna. Pero, dependiendo de los hábitos de consumo, esta predilección puede intensificarse. "La vida moderna incorpora alimentos altamente procesados, que han disparado el azúcar que consumimos sin darnos cuenta. Sabemos que esto ha incrementado las enfermedades crónicas no transmisibles que tienen como factor de riesgo a la obesidad. Hay más casos de diabetes, hipertensión arterial, males cardiovasculares y cáncer”.