La saciedad es uno de los factores que más deberíamos tener en cuenta cuando pensamos qué vamos a comer.
Es todavía más importante que contar las calorías. Pasa seguido que en un intento de comer liviano vamos por la ensalada verde y a la media hora sentimos que deberíamos almorzar por segunda vez. O quizás, comemos algo más contundente pero lo hacemos a las apuradas y la sensación es la misma.La saciedad es uno de los factores que más deberíamos tener en cuenta cuando pensamos qué vamos a comer.
Es todavía más importante que contar las calorías. Pasa seguido que en un intento de comer liviano vamos por la ensalada verde y a la media hora sentimos que deberíamos almorzar por segunda vez. O quizás, comemos algo más contundente pero lo hacemos a las apuradas y la sensación es la misma.Un nuevo estudio explica esta lógica. Se llama “Snack versus meal” y analiza cómo el contexto en el que comemos modifica cómo nos sentimos con la comida.
Básicamente, apunta contra el hábito de comer “así nomás” sin sentarse con un plato a comer con tranquilidad. Este tipo de comportamiento, comprobaron, lleva a que comamos de más. Los investigadores se basaron en un grupo de mujeres que fueron divididas en dos.
Antes del estudio, midieron su masa corporal, qué habían comido antes y las dietas que habían realizado en el pasado.Unas comieron un plato de pasta paradas y otras se sentaron a disfrutar de una comida con alto valor calórico. Después de la digestión, les pusieron en la mesa varios snacks tentadores entre chocolates y papas fritas de paquete. Quienes habían comido paradas y apuradas no tardaron en abalanzarse sobre la comida chatarra.
La conclusión es que siempre es conveniente tomarse un momento para sentarse y comer bien, antes que comerse una ensalada en el escritorio del trabajo o un yogurt en el camino al trabajo. Las consecuencias a la larga se van a notar.